jueves, 10 de octubre de 2013

CAPÍTULO V - PRIMER LLAMADO

No me interesaba una lectura cronológica de los cuadernos. A la mañana siguiente fui directo al hecho concreto que tenía en la mira. Una creciente compulsión me incitaba a abandonar las primeras páginas para ir, sin más vueltas, a la fecha del primer llamado. Fue el 2 de agosto de 1976. Papá vivía en Brasil. Matilde lo ubicó en un hotel de Riberào Preto,
finalmente se produjo el llamado que temía. La afligida voz de Matilde cuando respondí al teléfono en la madrugada, me hizo pensar lo peor. No era por José, al que suponíamos más expuesto. Era por Martín, el menor de nuestros hijos. Lo había tenido muy presente en los últimos días. El 27 de julio había cumplido veinte años. Matilde me dijo: “Se llevaron a Martín. Lo supe esta noche. A él, a su compañera Cristina y al hijito que esperaban”. Matilde me pidió que volviera, que la ayudara. Le dije que iría. Nos unió el llanto, interrumpido sin un adiós cuando corté la comunicación.
(2 de agosto de 1976)
Hojeo páginas cercanas. Una semana antes, el día del cumpleaños de Martín, y sin conocer aún lo sucedido, Papá escribió este poema:
LA ANGUSTIA
una ola asfixia mi garganta de sal
en los ojos, fuego
en el pecho, plomo
ay
recuerdos que olvidan
ay
deseos inútiles
ay
ilusiones que estallan
en espejos rotos
y la invasión amarga
que asedia antes del despertar
cuando no ha sonado la sirena de las siete
y las puertas están cerradas en la vieja fábrica
y las calles despobladas
¿realidad o sueño?
matan a Santucho en Buenos Aires
depositan un artefacto en Marte
en San Pablo
alguien en soledad
voluntaria
no deseada
gira iracundo los brazos
trata de asir afectos
en figuras de humo helado
cierra las manos y aferra
nada
allá quedaron los recuerdos
la esperanza de un reencuentro
y la distancia
y el tiempo
que deforma
todo
(27 de julio de 1976)
Junto a la página donde escribió el poema está la carta de Martín anunciando el hijo que nacería en marzo, fechada el día anterior a cumplir los veinte años. La carta de Martín comienza sugiriéndole a Papá que al mandar dinero por correo lo envuelva en papel carbónico, “para no recibir un papel rosa, sin los cruceiros anunciados, en una carta perfectamente cerrada”. Y luego, lo sustancial: “Ahora tomate otro vaso de vino porque viene una noticia bastante gorda: ¡VOY A SER PAPÁ!... como dice el refrán, no hay dos sin tres. Vale te dio a Tamara y José al Toti... espero darte el nombre de tu tercer nieto cuando lo hayamos decidido, y compartir, aunque sea desde lejos, la emoción de esta linda noticia. El jueves de la semana pasada el análisis confirmó el embarazo de Cristina. Ya debe tener un mes y medio, así que llegará para mediados de marzo. ¿Qué te parece?... espero que en agosto, con Analía, puedan encarar bien sus futuros. Mamá y Beto se van dentro de pocos días (a París), así que haceme llegar tus cartas a la dirección en Buenos Aires que te indico. Yo las voy a pasar a retirar. ¡Seguí escribiendo! Te mando un beso y un abrazo grande, mío y de Cristina. Suerte, y hasta pronto. MARTÍN ”
Papá supo por José que por casualidad, (¿casualidad?), encontró en el camino a Martín, quien alcanzó a decirle rápidamente (porque el partido no permitía encuentros callejeros): “Voy al correo a despachar la carta en la que le cuento al viejo que esperamos un hijo”. Me enteré de este episodio en una de mis pláticas abordo del Huayra. Lo anoté en mi agenda y lo subrayé con lápiz rojo, y en el margen coloqué un signo de interrogación. Me pareció un hecho demasiado fortuito. Papá no dudó; viniendo la información de José, para él era santa palabra.
La carta de Martín no parece la de un militante. ¿Lo era Martín? Fue el primero en caer y el último de los hermanos comprometido. Papá negaba su militancia activa, porque se movía sin ocultamiento, trabajaba con su documentación legítima, e indicaba las direcciones donde recibiría la correspondencia. Quiso ser solidario con ellos, no mantenerse al margen, estar presente, ayudarlos fraternalmente, sostenía Papá. Si bien su último domicilio fue una casita frente a la Puerta 8 de Campo de Mayo, Papá desechó lo que le dijeron algunos informantes, según él poco confiables: Que interfería mensajes militares. La electrónica era el “hobby” de Martín, que trabajaba en una importante empresa de comunicaciones. Lo envolvieron a Martincito en una intriga, la represión no admitía la menor sospecha, y lo condenaron. Veré qué más me dicen los cuadernos. Llama la atención que enviara direcciones por correo y que retirara personalmente la correspondencia. Quizá Papá haya tenido razón. Ya no está Papá para aclararlo.

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