martes, 1 de octubre de 2013

CAPÍTULO XIV - DOS CARTAS DE JOSÉ

Mara encontró en el verano de 2012, asistiendo a su madre en una mudanza, una carta de José dirigida a “Hermanitos queridos”, fechada en noviembre de 1974. Mara tenía trece años, y sus hermanos varones once y nueve. Mi hermana la subió a Facebook al toque; de allí la transcribo. Refleja con lucidez la añoranza por sus hermanos, hijos del segundo matrimonio de Papá, la preocupación por las conductas en el hogar, y hasta recuerda la fecha de cumpleaños del mayor. Me sorprende la piadosa mentirita con que explica su ausencia y anticipa el largo lapso hasta volver a encontrarse. Me conmueve la ternura al relatar su preocupación por la gente pobre, su compromiso para mejorar las injusticias sociales:
6 de noviembre 1974
Hermanitos lindos:
¿Cómo andan por ahí? Me imagino que contentos porque ya terminan las clases. Supongo que no les darán disgustos a los viejos. A vos Fabi ya se te acerca el colegio. ¡pero primero las vacaciones!
Mara, ayudala y acompañá a mamá, y cuidá también a tus hermanos, el “loco de Juan” y el “Fabi”. A Ana no la hagan renegar. ¿Cómo andan tus novios? Ya sé que no te gusta hablar de eso, pero yo soy muy curioso. Juancito ¿vos cómo andas?, me imagino que siempre con alguna aventura...
Yo ando con muchas ganas de verlos. De hacerle caballito a Fabián, de jugar al catch con Juan, de charlar un rato con Mara, de hacer un asado todos juntos, volver a pasear en lancha, o ahora que se vino el calor, jugar con ustedes en la pileta. Pero por ahora, todo eso se hace muy difícil.
Por un tiempo, no voy a poder verlos, ni ir a la quinta. No porque yo no quiera o porque me haya ido de viaje. Son otras razones que ya irán comprendiendo unos más que el otro, uno mejor que el otro; y pese a mi voluntad o ganas de que nos veamos, no puedo hacer nada. Con vos Mara, o con vos Juan, mucho hemos hablado “temas de grandes”. Saben cuales son mis ideas. Yo pienso que este mundo es muy injusto, y hago todo lo posible con otros muchos amigos y compañeros para arreglarlo, para que todos los chicos disfruten de la felicidad, y puedan comer y divertirse a gusto, también estudiar. Para que todos vivan en casas decentes, y no sufran tanto el frío del invierno y el calor del verano. Por ser fiel a estas ideas, por este mundo injusto es, como ustedes saben, que estuve preso y ahora no puedo ir a visitarlos. Pero ustedes me conocen, y saben que yo soy bueno, y así cómo los quiero tanto a ustedes quiero también a los chicos pobres, al obrero que trabaja, a la mujer que se sacrifica en una casita humilde, y también porque todos ellos luchan por vivir mejor, y yo junto a ellos …. Estas cosas. Yo no quiero que sientan vergüenza de mí. Eso seria muy feo. Solo les pido que tengan ganas de verme, como yo tengo ganas de verlos a ustedes, y que traten de entender alguna de estas cosas.
Bueno chicos, me imagino que ya estarán haciendo planes para irse de vacaciones. Espero que lo estén pasando bien, y que sus planes sean muy lindos. Hagan caso a las cosas que les dije al principio.
LOCO DE JUAN: ¡!! FELIZ CUMPLEAÑOS!!!. No sé cuándo te va a llegar esta carta, pero supongo que alrededor del 14, el día de tu cumpleaños. Ya te me estas poniendo viejo. Me imagino el regalo que te hará el abuelo materno, ya lo debés estar mangueando y esperando. Yo no te voy a poder acompañar ese día, pero te mando como regalo un beso más grande que a todos los demás.
¡!!Muchos cariños, miles de besos y abrazos!!!
Siempre con Uds.
José (¡que letra!, no?)
*
Los cuadernos son una caja de sorpresas. Espiando con cuidado, medio al tuntún, llego a la primavera del 76. Hubo un largo silencio de José después del secuestro de su hermano Martín. Pasaron más de dos meses hasta que volvió a escribirle a Papá.
“Octubre 5 de 1976.
Querido Papá:
Otra vez volvemos a comunicarnos. Ya no es como antes. Ya no puede ser. Con un zarpazo irreversible, los seres más inmundos de esta tierra han arrancado parte de mi vida. No te imaginas cuánto me cuesta escribirte, cuánto desearía fundirnos en un abrazo entrañable y luego encarar las cosas, frente a frente, persona a persona. Siento gran responsabilidad por afrontar nuestra relación; pese a todo, el diálogo no puede llegar. Sucede que en momentos como los de ahora, los campos están muy definidos, las contradicciones ahondadas por la sangre vertida. Hay mucha mierda y degeneración del otro lado y mucha nobleza y demasiados valores de éste. Tanta virtud moral, abnegación, humildad, inteligencia, compañerismo, alegría, fuerza vital, como la que representaban Martín, Martincito y Cristina. Me alegró mucho que hayas venido, que te preocuparas por el hábeas corpus y por hacer todo lo que estaba en tus posibilidades. ¡Y me indignó mucho, terriblemente mucho, cuando Analía me dijo que era innecesario que vinieras! Yo había conseguido tu teléfono por intermedio de mamá y te llamé cinco veces a primera hora de la mañana y a última hora de la noche (mas allá de las nueve de la noche no puedo estar en la calle) tratando de ubicarte para pedirte que vinieras, preocupado porque Analía me había dicho que te planteó lo contrario. Y por eso te digo “alegría”, cuando supe que estabas acá. ¿Pero sabes lo que me preocupa? Algo que quizás vos mismo no te animas a responder. Por encima del trámite formal, que es como una obligación moral, por encima del legítimo dolor e impotencia por sufrir una pérdida irreparable e infinitamente querida, ¿quedan tus sentimientos solamente en eso y justifican “socialmente” los crímenes y torturas más bárbaros de toda la historia? El dolor de nuestro pueblo, no solamente el de los combatientes, sino el que se siente en cada fábrica, en cada barrio, en toda familia que tiene en su seno, o cerca, una persona desaparecida, ¿entra para vos en la que llamaste “lógica militar”? ¡Maldita y burguesa lógica formal donde se justifican los métodos asesinos! ¡Quince mil secuestros y mil cadáveres en seis meses! Viejo, cómo me retuerce el corazón el recuerdo de aquella charla en un bar de la Avenida Libertador, creo que fue hace más de tres años, cuando como justificando la tortura me dijiste: ‘es la única manera de que hablen’. No sé si fueron esos los términos, no sé, o no quiero saber si lo dijiste, pero me pesa el espíritu de una conversación en la que vos te aferrabas a aspectos extraños, técnicos, despojados de todo contenido humano. Y me golpea hoy la conciencia, es cierto. Me resta preguntarte ¿Fue una actitud ligera, producto de una discusión picante? ¿O era tu convicción? ¿Cómo has evolucionado, o no, en eso? ¿Cómo repercutió en vos la desaparición de Martín, desde ese punto de vista? Lo más probable es que hayas echado un telón sobre esto y que el mecanismo superficial de tu vida ‘ejecutiva’ te permita separar lo inseparable, aquello que va tan unido como la materia con el espacio y el tiempo. Quizás sea duro que te hable así, pero es que yo tengo la convicción de que tenés un gigante humano oprimido en el pecho, porque, a la vez, recuerdo toda tu ternura y tu cariño hacia nosotros y cómo percibía en vos la lucha entre lo profundo y lo superficial, entre lo humano y lo artificial, entre el patriotismo y la tradición de nuestros criollos y el ‘efectivismo’ yanqui. Y no es que te pida que te trasformes ideológicamente, pero ¡que tu dignidad se estrelle contra tanta barbarie! Sabemos que en el campo enemigo hay muchas contradicciones, que actualmente uno de los temas más agudos es el de los derechos humanos. Que hay momentos en la lucha en que, por debilidad, ellos entran en crisis y contradicciones. ¡Y que, finalmente, algunos se pasan a las filas del progreso! Una vez dijiste que, llegado el momento, estaríamos en trincheras enfrentadas. ¿Será posible que vos veas las cosas así y que yo no quiera comprenderlas, para no verte ‘del otro lado del río de sangre que separa a los argentinos’, como dijera nuestro Comandante? Si pensaras que es así, querido viejo, yo no podría soportar una relación falsa. Yo creo que los campos socialmente están definidos, pero también que, individualmente, a lo largo del proceso, como hojas marchitas de un árbol seco, se van a ir desprendiendo ‘personas’ dispuestas a renacer en una tierra fértil. ¡Te quiero uno de esos! La historia nos demuestra que es así. Y yo ahora, solamente te pido que honestamente unas el dolor por la muerte de tu hijo, un verdadero revolucionario, con el repudio a esos métodos deplorables. No te pido proselitismo, sino una actitud moral. Sobre lo demás, el tiempo irá diciendo. Algo hablamos por teléfono sobre tus preocupaciones por mí y mi determinación de seguir luchando. Sería necesaria una carta muy extensa para que pudiera explicarte a fondo, de manera científica, el por qué de esa determinación. Sinceramente no me alcanza el tiempo para hacerlo ahora. Quizás en mis cartas anteriores tomo sólo el aspecto emotivo e ideológico de nuestra convicción de vencer y por eso te parece que soy un ‘idealista’ engañado, con buenos sentimientos. Tené en cuenta que ya son muchos los años de militancia y también mucho lo que uno va aprendiendo. Me dedico a estudiar filosofía, historia, economía. No solamente textos marxistas. Por ejemplo, estoy leyendo la Historia de San Martín, de Mitre, dos largos tomos. A medida que maduro -ya ves que no es un problema generacional- voy afirmando mis pensamientos y mi entrega. Así es como, en conjunto, lo hace todo el Partido. Aquella carta que me mandaste sobre tus ‘reflexiones’, creo que tendría mil formas distintas de responderla, como lo fui haciendo mentalmente, pero en la práctica me llevaría mucho tiempo. Sobre nuestra situación concreta, te puedo decir que si bien hemos recibido golpes muy duros estamos saliendo adelante y se mantiene la estructura orgánica nacional, con mucha incidencia en frentes fabriles. Militarmente se dan golpes pequeños, que no repercuten espectacularmente, pero precisos. Es una experiencia histórica muy nueva para nuestro pueblo, pero la Resistencia va tomando forma. Por ejemplo, en seis meses los milicos sólo obtuvieron victorias militares, pero políticamente se han aislado y se han ganado el repudio de las masas. Económicamente, es un desastre, ya que no pueden encarar planes y, por otra parte, nosotros nos recuperamos, crecemos y golpeamos. El pueblo mide sus fuerzas y se han movilizado sectores obreros (paros en la industria automotriz). En Chile, en tres años, no ha ocurrido ni una décima parte de lo que se hizo aquí en seis meses. Siempre nuestro pueblo supo reacomodarse a las situaciones y derrotar los planes burgueses. Es que ahora existe un Partido. Y un vasto activismo obrero socialista, y los milicos no tienen recambio. El tiempo juega a favor nuestro y ya la situación se está revirtiendo. Para darte un ejemplo, en lo económico el plan es frenar la inflación, que en un principio se consigue, pero generando un agudo problema recesivo... Hay hambre, la gente come menos, no sólo deja de ir al cine, como antes. La gente trabaja a desgano, produce muy poco y surgen nuevas formas de resistencia, como el sabotaje, que se ha generalizado una enormidad... Así, de una u otra forma, va haciendo agua todo el plan. Los revolucionarios se readecuan y van avanzando. Por otra parte sabemos de pueblos que han pasado situaciones peores, con la destrucción de vanguardias enteras, y han salido adelante. Esto es porque las situaciones objetivas así lo permiten, pero acá la crisis es irreversible. Claro que vendrán tiempos peores, seguramente. En su momento vendrán los ‘boys’, pero estaremos mucho más fuertes. Te tiro estos elementos precarios, para convencerte que Argentina no es Chile, ni Uruguay. Acá la cosa es seria y profunda. Estoy cansado, ya es muy tarde, quisiera seguir escribiéndote, pero lo voy a hacer en otro momento para contarte cómo estamos, y hablarte del Toti que es la cosa más hermosa del mundo. Camina por todos lados, se ganó la simpatía de los vecinos, aprende, es inteligente y, cuando come galletitas, siempre convida al que está al lado. Mandé fotos a la quinta. Pedilas. Bueno, sólo quería romper el hielo, el silencio, y tenía que ser de esta manera. Quiero decirte algunas cositas más de Martín. Ese día, como te dije, lo encontré de casualidad dos horas antes. A él y a Cristina, ¡qué hermosa imagen me llevo!, ¡cuánta alegría y cariño por el nenito que esperaban! ¡Cuánta preocupación, firmeza y ganas de seguir adelante, frente a la caída del Comandante! De eso hablamos mucho ese día y confirmé, una vez más, la entereza que había detrás del Martín, tímido, reservado, con mirada humilde pero siempre alta, que parecía ver por encima de toda distancia. ¡Qué pérdida, carajo! Los dos tuvieron un comportamiento digno frente al enemigo. De lo que conocían nada cayó. Ese día, cuando nos encontramos, él te iba a mandar su última carta. Te pido que la conserves para poderla leer algún día. Fue en el camino al correo que nos encontramos. Fue una verdadera casualidad. Cada tanto, en forma distanciada (incluso porque nos es debido orgánicamente) nos veíamos. En ese encuentro casual arreglamos encontrarnos el domingo, quería ver a Toti y estar un rato juntos porque ese día yo estaba apurado. Convinimos el lugar y la hora y allí esperamos con la gorda y el nene. Como no vino, a la tarde, presintiendo algo raro, llamamos a mamá... Ni esa cita, ni otras ajenas a sus lazos de sangre, le arrancaron de sus dulces labios. Bueno Papá. Te volveré a escribir. Quiero agradecerte el dinero que me enviaste, pero aún está intacto. Si podemos arreglar el problema de esos papeles de otra manera te aviso, así lo retirás. No creo que sea necesario marcártelo, pero quiero que estés seguro que el destino de ese dinero es Toti y no personal ni partidario. Viejito, con todo el cariño del alma, el abrazo más fuerte de mi vida.
JOSE
P.D. Martín estaba muy contento porque en el último plenario de Escuadra, lo habían nombrado abanderado y el mejor compañero.”
Repito lo que dije al justificar la trascripción íntegra y textual de la primera carta en el Capítulo IX. Un documento histórico no debe ser mutilado. Por eso transcribo también esta carta de manera textual. Agregaría, porque fue motivo de una dolorosa conversación de cabina, cómo lo afectó que José le adjudicara un concepto que nunca pronunció. Papá me dijo, con el más sombrío de sus rostros, que él le había habado de una “lógica militar” que justificaba la tortura para obtener confesiones, palabras que José reproduce en esta carta. Me referiré más adelante a ese encuentro de manera más extensa.
Salí a tomar aire. Estaba sola en la casa. Los hombres andaban por el campo y Sabina en los galpones alimentando gallinas. Le pedí un par de pollos para la parrilla. La mañana era de calma gris. Di un paseo por el parque con el mate en la mano y el termo bajo el brazo, a la uruguaya. India no se despegaba de mi lado, salvo para olfatear alguna cueva de peludo. Cuando volví al escritorio decidí seguir contando el viaje.

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