domingo, 6 de octubre de 2013

CAPÍTULO IX - SILENCIOS, DISTANCIAS, SENTIMIENTOS

Los cuadernos ocupan varias horas de mis días, de manera dispersa y desordenada. Fracaso en mi intento de organizar un método, de respetar la cronología. Me resulta mejor así. Quizás Papá me haya contagiado sus dispersiones y desórdenes. No es una crítica, eran claros rasgos de su temperamento. Ayer continué la lectura toda la noche, hasta que algún gallo anunció la llegada del alba. Casi no dormí. Me detuve en las páginas cercanas a la fecha del golpe militar del 24 de marzo de 1976. A partir de ahí leí y releí varias veces, antes y después de esa fecha. Me sorprendía no encontrar mencionado el acontecimiento, ni siguiera de manera tangencial. Era extraño. Valeria y José ya eran militantes muy comprometidos al producirse el golpe. José, además, ya operaba en la clandestinidad. La toma del poder por los militares involucraba mayores riesgos. “Aniquilar a la subversión” era la consigna proclamada desde el Poder Ejecutivo constitucional, días antes del golpe. Con los militares en el poder, no era un mero enunciado. Era la efectiva consigna para desatar una despiadada represión, el inicio del terrorismo del Estado. ¿Por qué entonces Papá soslayó la insurgencia militar? No hay una sola palabra sobre el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”. ¿Por qué está ausente su inquietud sobre el mayor peligro que correrían sus hijos? Encontré expresada su aflicción más en su soledad, en su residencia en tierra extranjera, en la frustración por no haber podido recuperar la familia que había dejado en Buenos Aires, en el padecimiento de su amor imposible por una mujer. Pero no encontré ni una sola reflexión sobre la situación de Valeria y José. Que no mencionara a Martín, era razonable. Estudiaba, trabajaba en una empresa, tenía una novia hermosa y muchos amigos y una guitarra. Derrochaba felicidad y alegría paseando en su pequeña moto, novia y guitarra a sus espaldas. Poco después, Papá se enteró de que había vendido la moto y la viola para entregar el dinero al Partido.
¿Por qué el silencio? ¿Bloqueo, espacios, pausas convenidas, pausas impuestas? ¿Enojo? No entiendo ese mutis. Descarto el desinterés. Necesito aclarar los conos de sombra que hay en esta historia, las incertidumbres, las dudas, las sospechas que la sobrevuelan. Muchas de ellas están planteadas aquí, otras me las sugirió en nuestros diálogos náuticos, hace más de cinco años. Siempre de manera difusa, tangencial. Nunca pintó las escenas con realismo, daba brochazos sobre una tela en blanco, obligándome a mí a construir mi propia visión. Espero que el tiempo no haya borrado recuerdos importantes.
Hoy agregué varias leñas a la chimenea que consumía, con pereza, los troncos cargados bien temprano por Marcos. Seguí buscando datos que me ayudaran a aclarar esas dos cuestiones: el silencio sobre el golpe militar y el aparente distanciamiento de sus hijos. Encontré un sobre de papel madera conteniendo muchas cartas. Como estaban guardadas desordenadamente, mezclando fechas y remitentes, lo primero que hice fue clasificarlas. Comencé por las cartas de José. Papá tuvo con él siempre muy buena comunicación. José era el más dispuesto a escribir y tenía buena facilidad para expresarse. Lo hacía dentro del escaso tiempo que le dejaba la militancia. Padres, hermanos y amigos no dejaron nunca de recibir sus cartas. Yo había leído algunas reproducidas por Matilde en el libro “José”, que devoré en una noche. No lo volví a tocar; espero tener algún día ánimo para releerlo. Me pregunto: ¿Estas distancias, estos olvidos, estas postergaciones, no tendrían un fundamento similar?: postergar lo que duele. No fueron, por cierto, hojas que se llevaron los vientos del otoño.
Comienzo a avisparme leyendo una carta que José le escribió a Papá el 26 de marzo de 1976. La transcribo textual:
“Querido Papá: Por fin me decido a escribirte. Nuevamente siento esta resignación de hacerlo por escrito en lugar de encontrarnos. Ahora es más fácil porque estás en Brasil y nuestra comunicación tiene que ser por carta, necesariamente. Paseo siempre con el recuerdo de nuestro último encuentro. Las ‘profecías’ de las cartas, cuando decíamos ‘ya nos abrazaremos todos juntos, nuevamente’, se hicieron realidad. Fue un momento muy lindo el que tuvimos, que pasó como un relámpago iluminando todos estos días. Los vi a ustedes muy bien y muy contentos y eso también me gustó. Sólo faltaba ese airecito de encuentro rutinario, característico de toda reunión familiar, que permite conversar con tranquilidad, profundizar temas y observarse pasito a paso. Ahora, en un encuentro así se juntan muchas emociones y tensiones, lo que si bien es muy lindo dificulta otras cosas. Pero no importa, pasaremos por otros tantos encontronazos, hasta que podamos rehacer la sana rutina de los domingos. Y, ¿qué te pareció tu nieto?...”
Por lo visto, se encontraron durante algún viaje que hizo Papá a Buenos Aires. Me sorprendió el párrafo: “Los vi a ustedes muy bien y muy contentos y eso también me gustó”. No es habitual ese sentimiento filial, referido a la vida de su padre con la segunda esposa. Yo no lo tendría, o no lo expresaría con tanta franqueza. Se veía con José a pesar de la clandestinidad, se las arreglaban para mantener encuentros. Me sorprende que la carta, fechada el 26 de marzo de 1976, dos días después del golpe militar, tampoco mencione ese episodio de manera inicial y prioritaria. Comienza con ese largo párrafo expresando con vehemencia sentimientos de amor, como hijo y padre. La familia, la falta de familia, las ausencias, las distancias, la emociones por afectos entrañables, marcan de manera explosiva el reinicio epistolar con Papá. Retoma la escritura de esa carta dos días después. Lo aclara expresamente. Y entonces, recién entonces, habla del golpe militar. Afectado por un seguro incremento de la represión prioriza, sin embargo, sus sentimientos más tiernos, postergando el comentario político. El centro del escenario lo ocupa la angustia por la dispersión familiar. Como a Papá. También para él, el miedo pasa a un segundo plano.
Leo detenidamente lo que escribió de puño y letra, después del paréntesis de dos días Es un documento fuerte, discursivo e histórico. Una arenga. No es fácil encontrar correspondencia escrita en estas circunstancias por militantes desaparecidos. Por eso la transcribo sin cortes:
“Los milicos con el golpe inundan todos los lugares públicos, llenos de fierros y aparatos, transitan con vehículos de todo tipo por calles y rutas. Los pobres colimbas están muy cabreros y, como el presupuesto militar no es muy abundante, tienen que pasar días enteros con poca guita, poco morfi y en malas condiciones. Esto produce descontento en la tropa y la solidaridad de la población. Son los primeros vínculos entre los soldados y el pueblo, que sólo pueden estar en una sola trinchera. El Partido venía previendo el golpe desde hace rato, alertando a los compañeros, a los sectores progresistas y a la clase trabajadora, primera víctima del accionar de los milicos. Hasta ahora sólo han dado un manotazo en el vacío. Los trabajadores y la guerrilla esquivaron el golpe, tomando la actitud madura de no presentar flanco. Por otra parte el pueblo, en general, lo toma como algo ‘lógico’, coherente, ante la situación que se vive. Hay hasta cierta alegría. Esto se debe a que volaron Isabel y todos sus delincuentes. Hay mucha desconfianza y sólo en algunos sectores de la pequeña burguesía se ven ciertas expectativas favorables. Pero los milicos se enfrentan a un pueblo en estado de movilización, a una guerrilla sólida y a una situación económica desastrosa. Es un golpe ‘a la defensiva’ y ese carácter encierra su propio fracaso. Es una verdadera aventura descabellada, que sólo puede ser el umbral de la generalización de la guerra civil. Por ahora, tienen espacio para maniobrar políticamente, pero el ‘equilibrio’ no les va a durar más de dos meses. Sé que ves las cosas de otra manera y deberás estar con bastante expectativa con este golpe y la ‘cordura’, ‘discreción’ y ‘amplitud’ con que actuaron. Es cierto que algo de diplomacia política han aprendido estos milicos cuadrados, pero el pueblo aprendió mucho más. Con sólo ver los decretos dictados, comprendo que pasamos a una etapa de dura resistencia. Este golpe es algo totalmente irracional. Los milicos hacen lo que no querían hacer: salir a la calle, sin planes económicos y con un garrote en la mano que no asusta a nadie. Lamentablemente ha corrido mucha sangre en estos últimos años y eso ha hecho madurar a todos. Los milicos vienen a institucionalizar esa sangre y seguramente muchas vidas robarán al pueblo estos asesinos. Insisto en que económicamente están en una situación desastrosa. Con el préstamo del Fondo Monetario Internacional (127 millones de dólares) no van a ningún lado; el mismo costo del golpe ya es muy grande y si bien ese préstamo es una primera limosna, cuando pase la paz de los cementerios y renazca en distintas formas la tormenta de la lucha de clases, todos darán nuevamente vuelta la cara al país. Ahora sabemos que estos préstamos de hoy significarán mañana una intensificación de la crisis y mayor dependencia. En fin viejo, nadie para la cosa y se vienen tiempos difíciles. Estamos cada vez mejor y el golpe que sufrimos en Villa Martelli ha sido prontamente superado. Lo más importante -a vos te interesará- es que se están dando grandes pasos en la unidad con los ‘Montos’, cosa que aterra al enemigo y que seguramente aceleró la aventura golpista. También se ha formado una nueva unidad de guerrilla rural en el noroeste de Tucumán (la anterior operaba en el sudeste), dividiendo las fuerzas militares que desarrollan el operativo. En las fábricas, cada vez hay mas ‘soviets’, como dice Alsogaray, dirigidos por los Montos y el Partido. Me extendí un poco en el ‘panfleto’, pero sé que lo leerás con interés.”
Termina la carta, nuevamente, con una afectuosa referencia familiar:
“Cambiando de tema, te felicito por tu nuevo nieto. Me gustaría mucho poder ver a ese abuelo con sus dos nietos en los brazos, José”. Segundo nieto: se refería a Tamara, la hijita de Valeria, nacida el 7 de febrero de ese año.
Me impactó. ¿Cómo era posible tanta claridad conviviendo con semejante fantasía? En esa época, no era fácil pronosticar la situación de marginalidad y dependencia que originaría la deuda externa, así como la inutilidad de los préstamos del Fondo Monetario. Con Federico, convenimos en que los hechos le dieron la razón. La incompetencia del Fondo Monetario para resolver nuestros problemas quedó bien clara años después. En contrapartida, más allá de la indudable pureza de sus sentimientos, vistos casi medio siglo después, uno se pregunta: ¿Cómo podía sostener la utopía de un triunfo y la efectividad de una guerrilla rural? ¿Qué les hizo perder a José (y a todos ellos) el sentido de la realidad? Medidos a la luz del final trágico que sufrieron, qué descabellada utopía, qué ingenuidad ignorar que una supuesta alianza con los Montoneros no escondiera perversas intenciones. Cuánta inocencia en tan sanas intensiones, cuánta indiferencia por el riesgo de la propia muerte, por el temor a morir. No asoman en ningún momento.

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